Vinieron entonces al anochecer, y en-
contraron a Juan planeando, pacífico y
solitario en su querido cielo. Las dos
gaviotas que aparecieron junto a sus
alas eran puras como luz de. estrellas,
y su resplandor era suave y amistoso en
el alto cielo nocturno. Pero lo más her-
moso de todo. era la habilidad con la
que volaban; los extremos de sus alas
avanzando a un preciso y constante
centímetro de las suyas.
Sin decir palabra, Juan les puso a
prueba, prueba que ninguna gaviota ha-
bía superado jamás. Torció sus alas, y
redujo su velocidad a un solo kilómetro
por hora, casi parándose. Aquellas dos
radiantes aves redujeron también la su-
ya, en formación cerrada. Sabían lo que
era volar lento.
Dobló sus alas, giró y cayó en picado
a doscientos kilómetros por hora. Se
dejaron caer con él, precipitándose ha-
cia abajo en formación impecable.
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