martes, 4 de octubre de 2016

“El perseguidor” 1993 - Julio Cortázar






OO Con Tica hemos hablado de la noche de Baltimore, cuando Johnny tuvo la primera gran crisis violenta. Mientras hablábamos he mirado a Tica en los ojos, porque quería estar seguro de que me comprende, y que no cederá esta vez. Si Johnny llega a beber demasiado coñac o a fumar una nada de droga, el concierto va a ser un fracaso y todo se vendrá al suelo. París no es un casino de provincia y todo el mundo tiene puestos los ojos en Johnny. Y mientras lo pienso no puedo impedirme un mal gusto en la boca, una cólera que no va contra Johnny ni contra las cosas que le ocurren; más bien contra mí y la gente que lo rodea, la marquesa y Marcel, por ejemplo. En el fondo somos una banda de egoístas, so pretexto de cuidar a Johnny lo que hacemos es salvar nuestra idea de él, prepararnos a los nuevos placeres que va a darnos Johnny, sacarle brillo a la estatua que hemos erigido entre todos y defenderla cueste lo que cueste. El fracaso de Johnny sería malo para mi libro (de un momento a otro saldrá la traducción al inglés y al italiano), y probablemente de cosas así está hecha una parte de mi cuidado por Johnny. Art y Marcel lo necesitan para ganarse el pan, y la marquesa, vaya a saber qué ve la marquesa en Johnny aparte de su talento. Todo esto no tiene nada que hacer con el otro Johnny, y de repente me he dado cuenta de que quizá Johnny quería decirme eso cuando se arrancó la frazada y se mostró desnudo como un gusano, Johnny sin saxo, Johnny sin dinero y sin ropa, Johnny obsesionado por algo que su pobre inteligencia no alcanza a entender pero que flota lentamente en su música, acaricia su piel, lo prepara quizá para un salto imprevisible que nosotros no comprenderemos nunca. 

jueves, 14 de julio de 2016

“Historias de Locos” Miguel Sawa


EL GATO DE BAUDELAIRE

¿USTED sabe que Baudelaire tenía un gato? ¡Oh! un gato hermosísimo, de pelo negro, suave y brillante como la seda, las orejas graciosamente plegadas, los ojos redondos, de un verde claro, que a veces se encendían como dos ascuas, terribles, amenazadoras El gato de Baudelaire era de muy ilustre progenie. Yo he averiguado todos sus antecedentes de familia. Era nieto de Azucena, la gata blanca de Lamartine, e hijo de César, el felino amado por Víctor Hugo.

Sátiro— que así se llamaba el gato de Baudelaire,— no tuvo descendencia. El poeta le condenó a eterna castidad, mutilándole con sus propias manos apenas nacido.

Y Sátiro— ¡qué ironía la de su nombre!— incapacitado para el amor, sin ideal alguno en la vida, se hizo filósofo, y pensó, con Kant, que no hay nada superior en la tierra al soberano yo.

Todos los gatos son egoístas, ya lo sabe usted, pero ninguno tanto como Sátiro. Tendido sobre la mesa del poeta, los ojos soñolientos, se hacía adorar como un animal sagrado. De vez en cuando distendía sus miembros en un desperezo voluptuoso y sacaba sus uñas encorvadas, que se alargaban feroces, buscando algo que destrozar.

Yo odio a los gatos casi tanto como a los hombres. Es una monomanía como otra cualquiera. Todos tenemos alguna.

Voy a explicarle el porqué de mi odio hacia esas pequeñas fierecillas del hogar.

Yo tuve un amor en la vida que se llamaba Esmeralda. Y aquella mujer — ¡oh, no crea usted que le engaño!_— tenía, tanto en lo físico como en lo moral, algo de felino.— Por algo la llamaba yo «mi gata».

Si la hubiera usted visto en las siestas del verano, desnuda, sobre una piel de tigre— nunca conoció el pudor,— desperezarse voluptuosa, como el gato negro de Baudelaire, alargando sus manos, ¡dos preciosas garras, en busca de la presa que destrozar!...

Y yo, ¡insensato! la entregué mi corazón para que, jugando, jugando, llegase a clavar en él sus uñas y lo despedazase poco a poco, con sabia ferocidad.

Esmeralda, idólatra de su persona, enamorada de sí misma, no amó a nadie en la vida. También creía en el yo de Kant; también, al venir al mundo debieron de mutilarla.

¡Pero era tan hermosa!... blanca, los ojos verdes, de un verde claro, del color del ajenjo, misteriosos y soñadores; el cuerpo.... ¡Poderoso Dios, qué tentación de cuerpo! ¡Una obra perfecta de la naturaleza!

No había hombre que al verla no se enamorase de ella. Y Esmeralda coqueteaba con todos: se hacía adorar de todos... Me hizo sufrir mucho; ya lo comprenderá usted. Yo era un hombre digno. Debí matarla. Pero por aquel entonces, no tenía yo el

valor del asesinato.

«Mi gata» huyó un día con el clown Calígula. Y ya no volví a verla más. Alguien me contó que el clown, harto de sus liviandades la mató a puñaladas, ¡veintitrés puñaladas!

Aquel bárbaro, furioso y desesperado, se ensañó con la pobre Esmeralda, destrozando su hermoso cuerpo a golpes de su hierro justiciero.

Yo me he vengado también, a mi manera, de la traición de aquella mujer. ¡Oh, cuánta sangre he derramado desde que me abandonó! Yo no he usado el puñal como Calígula. Me he valido de las manos. La extrangulación; le recomiendo a usted este procedimiento para cuando quiera deshacerse de alguien. Es el mejor de todos. Vea usted estos dedos. Son de hierro. ¡Al que yo coja entre ellos!...

Me horroriza pensar en mis víctimas. Yo puedo decir, como el personaje de la tragedia: «Mis crímenes son tantos como las arenas del mar».

Comencé mi obra de venganza en el gato de Esmeralda. ¡Qué animal más precioso! Era blanco como la espuma, de ojos oblicuos, azules como el cielo. ¡Cuánto le quería Esmeralda! Y por eso, precisamente, le maté. ¡Oh, qué gozo al apretarle el cuello! El pobre animal me miraba con ojos suplicantes, demandándome piedad. Pero yo fui implacable. Y le ahogué entre mis manos con furia salvaje.

Después... después.... Ya le he dicho a usted que mis crímenes han sido tantos como las arenas del mar.

Realizado mi primer acto de venganza, sentí la bestial necesidad de la sangre. Hubo noche en que cometí hasta doce asesinatos. Mis dedos, convertidos en garras, se hacían cada vez más aptos, más «inteligentes» para matar. ¿Por qué mi odio terrible contra los gatos? se preguntará usted.

La respuesta es muy sencilla. Por que Esmeralda— ¡oh, estoy bien seguro de ello!— era una gata con apariencias de mujer, y yo me propuse a bien de la humanidad, acabar con todos los animales de su especie.

No vaya usted a figurarse, sin embargo, que mí odio a los gatos era general. No; los humildes, los miserables, los vagabundos, me inspiraban verdadera lástima. Mi «especialidad»— vaya usted a saber por qué —han sido los gatos amados por los hombres célebres. Por eso me fui a Paris a matar el gato de Baudelaire.

¡Qué espantosa aventura aquella!¡Mi última aventura! Aún me estremezco al recordarla. Era de noche. Yo había entrado en la habitación del poeta como un ladrón, descerrajando la puerta. Sátiro, como de costumbre, yacía tendido sobre la mesa en que se escribieran las Flores del mal. Sus ojos relucían en la oscuridad como dos ascuas. Me acerqué a él cautelosamente, y ya iba a echarle las manos al cuello, cuando el animal se puso bruscamente en pie, mirándome airado con sus ojos sangrientos. Yo no puedo decirle a usted lo que pasó después. Sátiro se arrojó furioso sobre mí, clavándome sus uñas, poderosas como las de un tigre, sobre la cara.

Di un grito de dolor. Y dejé de ver. Sátiro, me había arrancado los ojos con sus garras de fiera.

Y por eso estoy ciego. Soy un pobre inválido del crimen. ¡Pero bien me he vengado de Esmeralda! Ya apenas si hay por el mundo ningún animal de su especie. ¡Yo he acabado con todos!

lunes, 11 de julio de 2016

“La condesa sangrienta” 2014 - Alejandra Pizarnik


LA FUERZA DE UN NOMBRE

El nombre Báthory en fuerza Erzébet creía como en la de extraordinario talismán, fue ilustre desde los comienzos de Hungría. No es casual que el escudo familiar ostentara dientes del lobo, pues los Báthory eran crueles, temerarios y lujuriosos. Los numerosos casamientos entre parientes cercanos , tal vez, en la aparición de enfermedades e inclinaciones hereditarias: epilepsia, gota, lujuria. Es probable que Erzébet fuera epiléptica ya que le sobrevenían crisis de posesión tan previstas como sus terribles dolores de ojos y jaquecas (que conjugaba posándose una paloma herida pero viva sobre la frente).

jueves, 9 de junio de 2016

El ciervo aplaudido - 2016 “Leopoldo María Panero"


Desgarraba el Tú
turbiamente
al fin de la montaña

por el lago blancas mujeres
vinieron anunciadas

la tempestad era ira
la sucia tempestad era ira enferma

el aire enfermo
la insignificancia llamada vida.

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La blasfemia de haber nacido
en la playa donde brilla la muerte
como un perro callejero
como la nada que cae sobre mi alma
y que escupe sobre la vida
y sobre mi nombre

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El niño es el esclavo del hombre
y la infancia es sólo
una ruina en mis labios
en mis labios cerrados a la vida.

viernes, 27 de mayo de 2016

“Gominolas en los Bolsillos” 2015 - Jorge M. Molinero


LOS PRIMEROS PASOS 

El dictador 
ha mandado trenzar 
una alfombra con los torsos 
desnudos de los cadaveres 
de los hombres mas gordos 
de las mujeres mas gordas del reino
 y asi acolchar el camino, 
evitar las heridas en las caídas
 de los primeros pasos de su hija. 
Dime si no es ése 
el acto de amor más grande 
que jamás hayas visto.

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TODOS LOS COLORES 

Quisiera tener 
tantos ojos 
como los pavos reales 
del Campo Grande. 
Y asi no perderme 
ninguno de los colores
 que me arropan.

 Andar siempre con legañas
 No dormirme nunca del todo.

martes, 24 de mayo de 2016

"Bestias” 2010 - Federico Tozzi


Mi alma, por haber tenido que vivir en Siena, será triste para siempre. Llora aunque yo haya olvidado las plazas donde el sol es peor que el agua dentro del pozo y donde nos atormentan hasta la desesperación.

¡Ah, mis escalofríos al temblor blanco de los olivos! Y cuando me quedaba quieto hasta más de una hora sin saber por qué al volver una calle, y la gente pasaba por mi lado y me parecía que ni la veía.

¡Ciudad, donde mi alma pedía limosna, pero no a la gente! ¡Ciudad, cuyo cielo me parecía sangre!

Desde la hacienda, mis viñas descendían hasta una de sus calles, y el alma de la que será para siempre mi novia me hacía compañía en el silencio enloquecedor; alguna de mis palabras, que escribía deprisa, había sido mi alivio durante más de una larga semana.

miércoles, 18 de mayo de 2016

“Como suceden los árboles” 2016 - Maribel Tena García



BOSQUE Y ALACENA

La memoria de los ausentes
crece como el musgo,
en la cara norte de los objetos  que dejan.

En un tiempo preñado de verde 
se intuye el paso,
el perfil de las huellas recientes.
Se queda su contacto en la agenda del móvil,
el dentífrico, los jerséis 
y todo cuanto nunca le dijimos.

Permanecen en orden
por pura inercia,
prendidos en la obstinación del aire.

martes, 5 de abril de 2016

“Ovnis en la noche americana” 2016 - Roberto R. Antunez


En octubre de 1993 Kurt Cobain y William Burroughs pasaron unas
 horas juntos en la casa del escritor en Lawrence (Kansas). 
Apenas trascendió nada de aquel encuentro. 
Unos meses antes, William había rechazado la invitación 
del líder de Nirvana para ser el viejo crucificado 
en el videoclip “ Heart–Shaped Box”, pero propuso al músico 
conocerse en persona. Kurt Cobain no se lo 
pensó dos veces. El tiempo se estaba acabando.

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¿En qué momento Jesucristo 
optó
 por la anarquía?
No está en los evangelios.
Está 
Ahí arriba.
Donde 
los platillos volantes 
se confunden 
con las estrellas
en el universo multidimensional.

viernes, 1 de abril de 2016

“La piedra de la locura” 1984 - Fernando Arrabal


Vino el cura  a ver a mi madre y le dijo que yo estaba loco.
Entonces mi madre me ató a la silla, y el cura con un bisturí,
me hizo un agujero en la nuca y 
me sacó la piedra  de la locura.
Luego, entre los dos , me llevaron, atado de pies
y manos, a la nave de los locos.

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Un día, al mirarme en el espejo, observé que se me caían tres trozos de la cabeza como si fueran tres pequeños adoquines. Con cuidado logré colocármelos de nuevo.
Al día siguiente se me cayeron siete trozos. En efecto, parecían diminutos adoquines. Los volví a colocar teniendo cuidado de no cambiarlos de sitio.
A partir de entonces todas las mañanas se me caen trozos de cabeza e incluso de cara. Hay mañanas que se me desmorona media cabeza. Tengo que pasarme horas enteras en el cuarto de baño hasta lograr colocarlos de nuevo.
Hoy he sorprendido a mis familiares que, a mi espalda, comentaban:
“Está cada día más raro, ahora le ha entrado la manía de no mover la cabeza en absoluto y de encerrarse horas y horas en el cuarto de baño”.