viernes, 20 de septiembre de 2013

"Neorrabioso poemas y pintadas" 2012 - Batania


ENCUESTA TELEFÓNICA

¿Cuál es, para usted,
el acontecimiento universal 
más importante de toda la historia? 
-La muerte de mi padre -respondí.

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HIJOS

Para qué quiero hijos, me pregunto.

Para llevarlos a la biblioteca
y me digan papá, 
por qué nos traes siempre a esta sección 
donde nunca hay nadie.

domingo, 15 de septiembre de 2013

"11 Cuadernos De Bitácora de La Ciudad Invisible" 2012 - Fernando Del Val


LOS puentes tienen ojos para ver mejor el curso del agua.
No es lo mismo ahorcarse con el nudo de la corbata
camino del trabajo, o cortarse las muñecas vestidas de
azul, que arrojarse a las profundidades.
Paul Celan rompió el molde de los listones tirándose al
Sena desde el puente Mirabeau, aquél al que Apollinaire
dedicara un poema. Desapareció oculto en el verso mas
postrero: el de la muerte. Como un mago de la literatura.
Yo, que soy mucho menos intrépido que Celan y me
cuesta cortar por lo sano, recurro al río Leteo. Sus aguas
curan los males, del tipo que sean, provocando una 
pérdida súbita de la memoria. Eso sí, hay que tener cuidado
con la automedicación y tomarla muy a pocos. Si a uno
se le va la mano, podría írsele también la cabeza para
siempre. Y acabar como decapitado. Un Luis Dieciséis.
El agua purifica porque su curso se renueva 
constantemente igual que la mar obediente de Parménides.

¡Que venga un diluvio y nos lleve! Que corte el 
espacio y dilate el tiempo. Como Celan.
Me gusta cuando el mar se mira en el espejo del cielo.
Me gusta cuando llueve toda la noche y, a la mañana
siguiente, quedan añicos de agua repartidos por cubierta.
El agua todo lo puede. Nos contiene. Un ochenta por
ciento de la Tierra es agua. ¡Podría pasarme el resto de
la vida navegando ciudades invisibles! Por haber, hay
ríos hasta en el inframundo, entre paraísos, purgatorios
y fogosos infiernos, que ya es rizar el rizo. En el Hades
hay cuencas mineral. Pero siempre menos profundas que
las de las miradas que merecen la pena.
En cambio, si salimos a superficie es todo distinto:
casi la mitad del planeta sufre escasez de la misma agua.
Pensarlo me corrompe, me echa a perder: la realidad es
una enorme contrautopía.
Cuando veo al mar palidecer se me ocurren conjeturas:
 ¿le faltará hierro?, ¿sal?... ¿estará deshidratado? ¿Y si
el agua perdiera su hache y se quedara en dos-o a secas,
en una falta de ortografía cambioclimática bestial?
Ahora, viendo a lo lejos lo que veo, me preocupa si
algún día las palmeras escogerán otro habitat y emigrarán
 de las islas, esos grandes contenedores de utopías que,
 al paso que vamos, acabarán colgando en el periódico
 anuncios del tipo: "Se busca náufrago"