domingo, 17 de mayo de 2015

“El sueño sumergido - O solo sulagado” 1981 - Celso Emilio Ferreiro


EL MIEDO

Cuando el cuervo de la noche se posaba
en las últimas luces de la atardecida,
mis ojos de niño
se llenaban de relámpagos y de lágrimas.

El viento que rezongaba en los senderos
era un hombre grandón envuelto en niebla
con un saco al hombro para llevar niños.

Los árboles semejaban
fantasmas de caballos desbocados
galopando por los campos.

Un miedo que me llegaba
de las raíces del mundo
temblaba en mi sangre.

Pasaba el jornalero silbando
con dos luceros prendidos en la azada,
y yo tenía miedo.

Pasaba el cazador
con sus perros jadeantes,
que olían a tojos y carquesias,
y yo tenía miedo.

Pasaban de parranda los fuertes mozos
que habían vuelto de la guerra tan contentos,
y yo tenía miedo.

Al pasar a mi lado y mirarme a los ojos,
indignados y pasmos, me decían:
“No tengas miedo”,
pero yo tenía miedo.

Solamente cuando llegaba a mis oídos
la dulce voz de miel de mi vieja,
yo no tenía miedo.
Ahora no comprendo
como aquel ser diminuto,
aquella anciana-niña tan débil,
( en sus ojos azules
había luces de amaneceres nuevos)
podía ahuyentar aquel miedo tan grande.

O MEDO

Cando o corvo da noite se pousaba 
nas derradeitas luces do solpor,
os meus ollos de neno 
enchíanse de bágoas e de lóstregos.

O vento que fungaba nas vereas
era un home langrán envolto en brétema 
cun fol ó lombo pra levar meniños. 

Os albres semellaban 
pantasmas de cabalos desbocados 
agallopando os eidos.

Un medo que me viña das 
raíces do mundo 
tremíame no sangue.

Pasaba o xornaleiro asubiando
con dous luceiros prendidos na eixada, 
i eu tiña medo.

Pasaba o cazador 
con bafexantes cans
arrecendendo a toxos e carqueixas 
i eu tiña medo.

Pasaban de ruada os fortes mozos
que voltaran da guerra tan contentes, 
i eu tiña medo.

Ao pasar ó meu lado e verme os ollos,
alporizados, pasmos, decíanme:
“Non teñas medo”,
i eu tiña medo

Soio cando chegaba ós meus ouvidos 
a doce voz de mel da miña vella,
xa non tiña medo.

Agora non comprendo 
como aquil ser cativo,
aquela vella nena tan endébel,
(nos eus ollos azures
había luces de amenceres novos)
podía escorrentar tan grande medo.

jueves, 7 de mayo de 2015

“La canción de la bolsa para el mareo” 2015 - Nick Cave



El hombre que acaba de salir al escenario en el Sonny Center de Toronto no se da cuenta de que no es un hombre en absoluto.
Es el sueño de un niño que está de pie en una trepidante vía de tren.
El niño y el hombre se sueñan el uno al otro.
Cogidos de la mano, salen bajo los focos. Caminan hasta el borde del mundo. 
El sonido es ensordecedor. La tierra tiembla bajo sus pies. Miran hacia abajo, 
a las profundidades cósmicas