viernes, 21 de junio de 2013

"Prologo de la bibliografia Vallisoletana" 1980 - Domingo Rodriguez Martín



Y asi entre libros, algún clarete en tabernas fraternas y cigarrillo 
tras cigarrillo, con días de remar y chapucarse en el Pisuerga,
va entroncarrdo con sus náufragos colindantes que dijera el Alejo,
con lectores que le son todo amistad.
Lo de Librería Relieve vino después. Convence a mi padre de la
necesidad de un techo cubierto y cogen el traspaso de una pequeña
papelería que hay en Cánovas del Castillo, 3. Debió de ser sobre el 50.
Alli se va a sentir mas librero y anima a Pepe que por entonces estaba
en las oficinas de Construcciones Militares, después de haber sido
aprendiz de pintor de brocha gorda, a que se venga a trabajar con el
a la ilusionada razón de los libros. Relieve va a ser su casi todo hasta
1980. Como esta fichado, a la clandestinidad activa no debe de
volver. Relieve puede ser vigilada, pero alli no se guisa apenas nada
políticamente delictivo, aunque sea horno y horma de mayores cocimientos. 
El se cuida del guiso y mete en su santo puchero, a curas
de sotana. a medicos liberales, a filósofos solitarios, a adictos y confesos 
del Nuevo Orden, a profesores no convictos, a otros que eran
viciosos del leer y a varios reos de lesa poesia, con un montón de
estudiantes que hacen novillos por leer un Baroja, un Guillén de
brillo terso o un Contrapunto y un Rojo y Negro, para los que hay
  También entran en la olla algún anarquista encubierto y
vegetariano ademas de solidario y varios confesos por condenados,
ojeadores de libros, amén de pintores que hablan en voz baja de
cuanto significa Picasso. Vallejo sigue siendo un rum rum 
que suena junto a Miguel. Tampoco faltan bibliófilos, 
aprendices de siquiatra, de bufete y de la Renfe

viernes, 14 de junio de 2013

"Designs for Blair´s Grave" 2006 - William Blake




La Tumba.
The Grave; Robert Blair (1699-1746)

Mientras algunos sufren el sol, otros la sombra,
Unos huyen a la ciudad, otros a la eremita;
Sus objetivos son tantos como los caminos que toman
En la jornada de la vida; y esta tarea es la mía:
Pintar los sombríos horrores de la tumba;
El lugar designado para la cita,
Donde todos estos peregrinos se encuentran.
¡Tu socorro imploro, Rey Eterno! cuyo brazo
Fuerte sostiene las llaves del infierno y la muerte,
De aquella cosa temible, La Tumba.

Los hombres tiemblan cuando Tú los convocas:
La Naturaleza horrorizada se despoja de su firmeza
¡Ah, Cuán oscuros son tus extensos reinos,
Creciendo largo tiempo en deshechos pesarosos!
Donde sólo reina el silencio y la noche, la oscura noche,
Oscura como lo era el caos antes de que el sol
Comenzara a rodar, o de que sus rayos intentaran
Azotar la penumbra de tu profundidad.
La vela enferma, resplandeciendo tenuemente
A través de las bajas y brumosas bóvedas,
(Acariciando el lodo y la humedad mohosa)
Deja escapar un horror inabarcable,
Y sólo sirve para hacer tu noche más funesta.
Bien te conozco en la forma del Tejo,
¡Árbol triste y maligno! Que adora habitar
Entre los cráneos y ataúdes, epitafios y gusanos:
Donde rápidos fantasmas y sombras visionarias,
Bajo la pálida, fría luna (como es bien sabido)
Encapuchados realizan sus siniestras rondas,
¡Ninguna otra alegría tienes, árbol embotado!

Observad aquel santo templo, la piadosa labor
De nombres una vez célebres, ahora dudosos u olvidados,
Enterrados en la ruina de las cosas que fueron;
Allí yace sepultado el muerto más ilustre.
¡Escuchad, el viento se alza! ¡Escuchad cómo aulla!
Creo que nunca escuché un sonido tan triste:
Puertas que crujen, ventanas agitadas,
Y el pájaro hediondo de la noche,
Estafado en las espinas, gritando en los pasos sombríos
Su ronda negra y rígida, colgando
Con los fragmentos de escudos y armas andrajosas,
Enviando atrás sus sonidos, cargando el aire pesado
De los nichos bajos, las Mansiones de los muertos.
Despertados de sus sueños, las duras y severas filas
De espantosos espectros se movilizan,
Sonrisa horrible, obstinadamente malhumorados,
Pasan y vuelven a pasar, veloces como el paso de la noche.
¡Otra vez los chillidos del búho! ¡Canto sin gracia!
No escucharé más, pues hace que la sangre fluya helada.

Alrededor del túmulo, una fila de venerables olmos
Enseñan un espectáculo desigual,
Azotados por los rudos vientos; algunos
Desgarran sus grietas, sus troncos añejos,
Otros pierden vigor en sus copas, tanto
Que ni dos cuervos pueden habitar el mismo árbol.
Cosas extrañas, afirman los vecinos, han pasado aquí;
Gritos salvajes han brotado de las fosas huecas;
Los muertos han venido, han caminado por aquí;
Y la gran campana ha sonado: sorda, intacta.
(Tales historias se aclaman en la vigilia,
Cuando se acerca la encantada hora de la noche)

A menudo, en la oscuridad, he visto en el camposanto,
A través de la luz nocturna que se filtra por los árboles,
Al muchacho de la escuela, con sus libros en la mano,
Silbando fuerte para mantener el ánimo,
Apenas inclinándose sobre las largas piedras planas,
(Con el musgo creciendo apretado, con ortigas bordadas)
Que hablan de las virtudes de quien yace debajo.
Repentinamente él comienza, y escucha, o cree que escucha;
El sonido de algo murmurando en sus talones;
Rápido huye, sin atreverse a una mirada atrás,
Hasta que, sin aliento, alcanza a sus compañeros,
Que se reúnen para oír la maravillosa historia
De aquella horrible aparición, alta y pavorosa,
Que camina en la quietud de la noche, o se alza
Sobre alguna nueva tumba abierta; y huye (¡cosa asombrosa!)
Con la melodía evanescente del gallo.

También a la nueva viuda, oculto, he vislumbrado,
¡Triste visión! Moviéndose lenta sobre el postrado muerto:
Abatida, ella avanza enlutada en su pena negra,
Mientras mares de dolor borbotean de sus ojos,
Cayendo rápido por las mejillas frágiles,
Nutriendo la humilde tumba del hombre amado,
Mientras la atribulada memoria se atormenta,
En bárbara sucesión, reuniendo las palabras,
Las frases suaves de sus horas más cálidas,
Tenaces en su recuerdo: Todavía, todavía ella piensa
Que lo ve, y en la indulgencia de un pensamiento cariñoso
Se aferra aún más al césped insensato,
Sin observar a los caminantes que por allí pasan.

¡Tumba injusta! ¿cómo puedes separar, desgarrar
A quienes se han amado, a quienes el amor hizo uno?
Un lazo más obstinado que las cadenas de la Naturaleza.
¡Amistad! el cemento misterioso del alma,
Endulzador de la vida, unificador de la sociedad,
Grande es mi deuda. Tu me has otorgado
Mucho más de lo que puedo pagar.
A menudo he transitado los trabajos del amor,
Y los cálidos esfuerzos de un corazón apacible,
Ansioso por complacer. ¡Oh, cuándo mi amigo y yo,
Sobre alguna gruesa madera vaguemos desatentos,
Ocultos al ojo vulgar, sentados sobre el banco
Inclinado cubierto de prímulas,
Dónde la corriente límpida corre a lo largo
De aquella grata marea bajo los árboles,
Susurrando suave, se oye la voz aguda del tordo,
Reparando su canción de amor; el delicado mirlo
Endulza su flauta, ablandando cada nota:
El escaramujo olía más dulce, y la rosa
Asumía un tinte más profundo; mientras cada flor
Competía con su vecina por la lujuria de sus ropas;
¡Ah, entonces el día más largo del verano
Parece demasiado apresurado, y todavía el corazón pleno
No había impartido su mitad: era aquella una felicidad
Demasiado exquisita como para perdurar!
¡De las alegrías perdidas, aquellas que no volverán,
Cuán doloroso es su recuerdo!



viernes, 7 de junio de 2013

"Qué nos dicen los maestros Zen" 2000 - Félix Acevedo



Quien abandona el mundo para alcanzar la
iluminación, ya no necesita ocuparse del mundo.
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Lo que llamamos hechos son copias del sentido y,
por lo tanto, no son de fiar
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Así se expresaba Lao Tse en el año 604:
El mal es una inevitable consecuencia del saber;
sólo la ignorancia y la sencillez pueden volver
el género humano a su estado natural
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Diría el discípulo Zen Wu Ching Hsiung:
Mi concepto de la vida es una espiral.
El homlfire respira, aspira, transpira, inspira y, al
final, expira.