OO Con Tica hemos hablado de la noche de Baltimore, cuando Johnny tuvo la
primera gran crisis violenta. Mientras hablábamos he mirado a Tica en los ojos,
porque quería estar seguro de que me comprende, y que no cederá esta vez. Si
Johnny llega a beber demasiado coñac o a fumar una nada de droga, el concierto va
a ser un fracaso y todo se vendrá al suelo. París no es un casino de provincia y todo
el mundo tiene puestos los ojos en Johnny. Y mientras lo pienso no puedo
impedirme un mal gusto en la boca, una cólera que no va contra Johnny ni contra
las cosas que le ocurren; más bien contra mí y la gente que lo rodea, la marquesa y
Marcel, por ejemplo. En el fondo somos una banda de egoístas, so pretexto de
cuidar a Johnny lo que hacemos es salvar nuestra idea de él, prepararnos a los
nuevos placeres que va a darnos Johnny, sacarle brillo a la estatua que hemos
erigido entre todos y defenderla cueste lo que cueste. El fracaso de Johnny sería
malo para mi libro (de un momento a otro saldrá la traducción al inglés y al
italiano), y probablemente de cosas así está hecha una parte de mi cuidado por
Johnny. Art y Marcel lo necesitan para ganarse el pan, y la marquesa, vaya a saber
qué ve la marquesa en Johnny aparte de su talento. Todo esto no tiene nada que
hacer con el otro Johnny, y de repente me he dado cuenta de que quizá Johnny
quería decirme eso cuando se arrancó la frazada y se mostró desnudo como un
gusano, Johnny sin saxo, Johnny sin dinero y sin ropa, Johnny obsesionado por
algo que su pobre inteligencia no alcanza a entender pero que flota lentamente en
su música, acaricia su piel, lo prepara quizá para un salto imprevisible que nosotros
no comprenderemos nunca.
martes, 4 de octubre de 2016
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