Soledades del hombre herido,
grises tardes de otoño...
Difusas de sombras, manto
que enseñorea la tarde
difuminando el planeta.
Herido soy en presente
por un origen de frío,
¡ay! pobre corazón mío
que estruendo cual torrente.
Hombre herido, detente,
demuestra tu fuerza y brío
aprisionando el estío
que aún te queda en la mente.
Aprisiona una nube, hazla río
de luna transparente,
hazla pírica fuente
donde se cauterice el dolor mío.
Loco tormento mío
que alevoso y potente
a la mansión de lo ausente
arrastra mi amor baldío.
Lágrimas no hacen olvido
cuando se vierten sobre mi tumba,
pero el olvido retumba
cuando se llora a un ser vivo.
¡Musas!... conducidme al leteo río
para dejar de sufrir,
tal vez en este morir,
venga el recuerdo que tanto ansío.
Ella es mi curso y mi río...
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