-Le he escuchado tocar -le respondió Darío,
todavía emocionado.
-Ya ... y quiere denunciarme, lo de siempre.
Pues ya sabe dónde está la comisaría. -Iba a
cerrarle la puerta en las narices, pero Darío interpuso
su brazo para evitar el cierre y poder explicarle la
confusión que se había producido.
-No. En realidad he venido a contratarle para
tocar en mi local. Tiene usted un don maravilloso
para transmitir sus emociones a través de las teclas
de su piano, una gracia divina que a muy pocas
personas les es concedida. En realidad, en todo
lo que llevo viviendo, solo ha habido otra persona
que iguale la intensidad emocional que se produce
cuando usted toca.
-No toco en público, lo siento. Pierde el tiempo
tratando de convencerme.
Darío insistió durante meses sin resultado alguno.
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