EL REINO ABOMINABLE
No era el azar.
Porque todo se puede perder.
y la infección invasora se adentra.
Los miembros, atónitos, no luchan.
Nada en el recuerdo
los había enfrentado
a esta floración homicida.
La fiebre acosa.
Ya el postrado,
sin querer saberlo,
acepta el día en el que el golpe
de los dados "quiebre, decididamente,
en la última postura.
Con impaciencia busca en sus actos
desplegados en el pasado inmóvil,
la causa oculta del tormento.
Oscuramente siente
que ha de responder de sus llagas,
como antes de su vida toda.
C~n el coraje que legaron los antepasados,
orillando las justificaciones.
Esta herida es distinta.
Diríase que es más grande que el cuerpo,
que es un valle sin fondo,
que desgarra más allá del aliento exhalado.
La palabra innombrable,
tomada de entre los nombres
de las constelaciones
ha hecho presa y socava
la arquitectura de los músculos,
desanuda las nervaduras.
En la densa negrura de la larga noche
relámpagos,
esquirlas de conciencia.
El aire va faltando,
penosamente cruza las acequias interiores.
Huye el tiempo a la velocidad
lacerante del dolor.
Ya cristal, ya piedra,
un fogonazo de oxígeno
es el conocimiento.
Execrable la historia cuando acaba.
Inaudita inclemencia de la naturaleza
en el día de la ira,
asedio del que no se regresa.
Oscuridad. Vacío.
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