¿Qué soy yo capaz de ser? Nunca me/te lo he preguntado. Pese a ello, no se me escapa la pálida perplejidad que te constriñe, cuando viéndome a tu lado y en mi sitio, osaba yo medirme contigo-vos. Vueseñoría es bueno. Y te alarmabas por propia modestia haciendo frente a mi ínfula, y al apreciar mi saturación de mí. Mal hijuelo desatado al que quitabas la cáscara y con un mimo especial, pisando huevos, con un peine peinabas los rizos. ¿Tuve yo rizos alguna vez? En todo esto, qué diestro peluquero, sacándome la raya con una regla.
Una experiencia larga y fuerte que me tiene aquí a tus pies de imposible cadáver. He vivido dolorosamente como todo pirata tuerto. Ya no me queda sino ese ojo óptico sin párpado en la punta de la nariz. ¡Ya veo! Tú también viste que también yo vi cosas mucilaginosas, y quise ver la mandrágora. Pero no podía. Hay misterios que no se pueden. Y ahora cumplo mi misión, mi pasión. Cruzo los brazos y contemplo el horizonte en mi nuca. Ya cerraré la cara para dormir. ¿Me escuchas?
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