Escribo sobre mi tablero
centrándome en el juego.
No es casual que el concepto de peón
sea el menos liviano,
jugando a vivir.
Aquí tampoco hay camino para la luz,
sólo pasos,censura, esfuerzo por lo cierto,
jugando a ser hombre.
Alfil contra roca, deseo contra roca,
simultaneidad del la flecha en el arco
y su recorrido,
jugando a ser poeta.
Corazas de peones bífidos, escalonados,
rehenes de la unitariedad,
jugando a ser padre.
Torres izadas sin dejar caer una sola partícula
de piedra, arrastrando muros de aire,
jugando en la arena
a ser hijo.
Monstruosa mirada de caballo, inalcanzable
en el doble jaque, quebrando el vínculo
sobre el campo, jugando a ser uno mismo
en el plano.
Peleonas jugando al ahogo en la yerba,
cesarismo de chulos con pacto de retro.
El movimiento no tiene inercia, embiste,
cesa en el inicio, jugando a jugar.
En la captura, succión, sublimación,
humo de madera,
jugando a los sentidos.
Hacer una talla, manosear,
palpar símbolos. El jugador es un trajín de símbolos,
jugando a tener piel.
Redondez de cada símbolo sobre y dentro del estanque.
El paisaje de medio juego equivale a cualquier
instante mar adentro,; ruinas tras el horizonte,
jugando a envejecer.
Minucioso final, apretado mecanismo que el diminuto
jugador empuja.
Jugando a ser querido, creído, atendido.
Todo a la vista, la verdad acompaña a la derrota,
jugando a sonreír, a lagrimear.
Empezar otra partida es hacer otra talla,
Jugando a soñar.
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