Amén no pudo ser.
El hombre acecha anhelante la autoridad cansada
porque se siente un poco Dios
a escondidas.
Y trata,
en esfuerzos ridículos, de recordar
si alguna vez fue humano
para olvidarlo.
Son cosas que no se desvanecen porque sí,
y entonces juega el hombre a crear al menos vástagos.
No hay desnudo inocente y molesta
que la falta de inocencia tampoco coincida.
Amén.
No pudo ser.
Y a veces sirve de consuelo
que Dios no pueda masturbarse.
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