MATAR EL TIEMPO
Encontré a mi asesina a medianoche,
de pie junto a la cama, a contraluz,
sus ojos sonreían
como hielo en la sangre. Eran sus labios
un exceso de sombra, apenas entreabierta;
y todas mis palabras
no imitan sino el tramo de sus muslos.
La ciudad y la fiebre nos dejaron a solas,
bajo la lluvia negra: "No te asustes.
He venido hasta aquí para matar el tiempo
y verte copular con un cadáver"
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