Me paseaba a las dos, a pleno sol, por la rosaleda... por el sendero de las rosas de otoño que empiezan a florecer.
Cuando me detenía a contemplar un Géant des Batailles que tenía tres flores magnificas, vi, vi con toda claridad, muy cerca de mí, doblarse el tallo de una de esas rosas, como si una mano invisible lo hubiera retorcido, y después romperse, ¡como si la mano lo hubiera cogido! Después la flor se elevó, siguiendo la curva que habría descrito un brazo llevándola hacia una boca, y quedó suspendida en el aire transparente, sola, inmóvil, tremenda mancha roja a tres pasos de mis ojos.
Enloquecido, ime arrojé sobre ella para cogerla! No encontré nada; había desapare-cido. Entonces me acometió una furiosa cólera contra mí mismo; pues a un hombre razonable y serio no le son lícitas tales alucinaciones.
Que la dulzura de tu vida, y pureza de sentimientos. Hagan tu vida larga y Feliz
ResponderEliminar