-¡Walter! -oí gritar a Beatrice desde una de las terrazas.
Me reuní con ella. Había puesto la mesa fuera. En el centro
del mantel bordado campeaba una enorme bandeja de dulces.
Había también una botella de champán y dos copas.
-No me apetecía guisar y he sacado las sobras de la cena de ayer. ¿Te molesta?
-Más bien no. Me encantan los dulces. Tomé un dulce y le hinqué el diente.
¿Te apetece follar después de comer? -me preguntó. Carraspeé,
dejando el mantel sembrado de azúcar aromatizado con vainilla
mientras enrojecía de pies a cabeza como un auténtico playboy.
-¿Cómo has dicho, perdón? A lo mejor, no la había entendido bien.
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