...Dividido entre la curiosidad irreprimible y el desagrado de ver tantas
personas juntas, el rey, con el peor de los modos, preguntó tres preguntas seguidas,
Tú qué quieres, Por qué no dijiste lo que querías,
Te crees que no tengo nada más que hacer,
pero el hombre solamente respondió a la primera pregunta,
Dame un barco, dijo.
El asombro dejo al rey hasta tal punto desconcertado
que la mujer de la limpieza se vio abrigada a
acercarle una silla de enea, la misma en la que ella se sentaba
cuando necesitaba trabajar con el hilo y la aguja...
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