Conferencia ofrecida en el ayuntamiento de Eibar (Guipúzcoa) el 9 de octubre
de 1992.
Practicar la poesía
El arte es lo contrario de la vida: la poesía y el arte al
realizarse, originan así una catástrofe que se sella en la figura
del maldito o del loco: porque todo poeta maldito es un
loco y todo loco es un poeta maldito. Practicar la poesía es
de esta forma convertir, como lo hace la locura, la realidad
en un poema maldito.
Es así que, cifrándose en la lingüística, se habla para que
la realidad no exista. Se escribe también para que la realidad
no exista, y practicar la poesía significa destruir la
realidad, o convertirla en delirio.
La realidad, en efecto, para el homo normalis, se presenta
como una no-significación, como una cesación del sentido
o una costumbre, como cuando se dice que alguien se
ha “curado” porque ha perdido el sentido, y no lo ha
encontrado en otra parte: todo oscila así entre la sinrazón
llamada realidad, y la razón llamada locura. Ahora bien,
encontrar sentido ala realidad sólo se puede por la intervención
de una práctica que convierta la realidad en algo digno de
ser vivido, y este “algo” es la parte mágica del hombre, la
parte poética, o, lo que es lo mismo: la parte loca, la parte
de sí irremediablemente perdida para siempre: es así que la
infancia es locura, y a partir de ella va a fundar el semiconsciente
es como lo que los alquimistas llamaban "la mujer bella y loca",
la parte vedada a uno mismo y que por ello, en la sombra, está loca.
Y esa locura es el deseo: el principio del placer freudiano,
que no es sólo un placer sexual, sino un principio de
otro orgasmo llamado felicidad. Ahora bien, la felicidad es
la realización de la phantasia, y estriba pues en la célebre
realización del arte o de la poesía. Esta phantasia no es
necesariamente de carácter sexual: es también el placer de la
droga, o del alcohol, y la clave de su infinitud, llámese dipsomanía
o bulimia por cuanto el placer, que no es necesariamente
de carácter sexual -como prueba el placer del útero
materno-, es una infinitud, un continuum, algo que nada
puede cortar, como no sea la muerte, que también es un
retorno a la infinitud.
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