Sobre los palacios relucientes y pastos de luz
Donde batiéndose de un lado a otro con empuñados fuegos
Se agarraban con sus manos alzadas. Los dioses gritaron alto
Respondiendo a la llamada de su rey.
y Nuada habló así a sus anfitriones:
«Este es el fin de la Era dorada,
Es lo que conocemos de la profecía ancestral,
Que una oscuridad más intensa que la luz creció
Para hacer sonar las voces que solo los más poderosos
Pueden oír. Debemos oírles exhalar
Su canto afligido era tras era
Hasta que los mismos cielos sean derribados,
y seamos aplastados en su misma tiranía
Que nuestro oscuro hermano Balor gobierna,
Así pues debemos enfrentamos a su poder.
Aunque seamos los hijos de Lir,
y aunque su poder esté en nosotros solo para crear,
Sabiendo que lo creado es aquello que soñamos,
Porque solo los cielos son sagrados
Al contenerlos en nuestro espíritu.
Si, por la magia del poder de Lir,
Las ciudades se alzan hacia el cielo en nuestro pensamiento
y la vida es hermosa pero únicamente cuando soñamos,
Así pues nuestro dolor también ensombrecerá el paraíso
y oscurecerá estas fastuosas ciudades. Habéis oído
A los Hijos de la Oscuridad gritamos.
Pero nosotros como Hijos de la Luz
Debemos responder en infinita Hermandad.
¿Quién vendrá pues conmigo al inframundo
Donde Balor ha construido una era de hierro e
Inmutable angustia? Sabed que quien allí se aventure
Deberá llevar el mismo cuerpo a la muerte, y sentir
El anhelo de odio que corroe su corazón;
Pero no podrá vencerlo sino usando
El frágil y fiero fuego del espíritu».
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