Ese trago de fuego lleva siglos encantando los paladares y las bocas. Un gran whisky atesora en su interior todas las esencias de Escocia: la serenidad de los lagos, el fragor de los desfiladeros, el viento salvaje recorriendo las Highlands, la niebla espesa sobre los páramos. No es casualidad que el proceso de la destilación intervengan los cuatro elementos: el agua pura de los manantiales, la tierra transmutada en turba, el fuego que tuesta la cebada y el aire que duerme en los barriles colaboran para crear este alcohol único.
sábado, 20 de marzo de 2010
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