El hombre de pelo blanco se llamaba Dimitri. Me hizo pasar a un cuarto privado, una especie de despacho sin ventanas, allí me siento frente a la mesa. Él se acomodó del otro lado. Colocó el libro encima, sobre un montón de papeles que me parecieron facturas y volvió a abrirlo por la misma página .
-¡Que guapa era esa mujer! -dijo refiriéndose a Eva Braun.
Yo estaba completamente de acuerdo con aquella opinión, pero me limité a asentir con la cabeza.
-Hitler se lo regalo por un 29 cumpleaños, en 1941...
-¿El Picasso? - quise aclarar yo.
-Si, los Fuegos en el Sena.
Eso era algo de lo que yo no tenía ni la más mínima sospecha, por eso Dimitri capto enseguida mi desconcierto.
-Pero la historia del cuadro arranca tiempo atrás -, continuó animado por el asombro que vio reflejado en mi cara-. Unos años antes, a comienzos de 1939, el partido comunista francés se lo encargo a Pablo Ruiz Picasso para regalárselo al camarada Stalin en prueba de amistad y hermandad entre las clases trabajadoras de ambas naciones, en fin, por esas pamplinas que estaban tan de moda en la época. Pero en septiembre de ese mismo año, cuando ya estaba listo para ser enviado a Moscú en un avión, del gobierno francés proscribió al Partido Comunista Y se incauto todos sus bien. El regalo de Stalin quedó embalado varias semanas en un hangar, a las afueras de París, sin que nadie le hiciera el menor caso, hasta que llegaron los alemanes. Ellos fueron los que se lo llevaron a Alemania. Lo descubrió un coronel que se llamaba... -aquí se detuvo y me miro de frente.
-¡Caramba! -exclamo- me ha olvidado de cómo se llamaba...
-No importa. Continúe, por favor.
-Es cierto, no tiene importancia...
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