El Ángel
Mañana nadie
Dice que mujeres guerreras bajo el barro
y que puedes encontrarlas entre las cenizas, cuando menos te lo esperas
en los despachos, burdeles y palacios, las princesitas lamen despacio
sus pequeños caramelos de limón amargo y sonríen, es su trabajo.
Las más audaces ruedan por espeluznantes callejuelas,
incendiando el helado crepúsculo.
Las más audaces ruedan por
espeluznantes callejuelas
¿Sabes?, creo que podría decir desafilada el cielo esta noche
y podría quedarme plácidamente a contemplar
como termina el espectáculo soñado
con una cerveza fría en la mano
con una sonrisa en los labios
El vertedero de mi alma anidan los halcones en invierno,
ven a verlos caer en picado
El vertedero de mi alma anidan los halcones en invierno, ¡Ven a verlos!
Dicen que mujeres guerreras bajo el barro
y caballos árabes agonizando en la tormenta
¿Podríamos olvidar el infierno por un momento y ser lo que somos, sin perdernos?
¡Sin perdernos!
Uno tras otro los charlatanes se agachan abriendo sus culos enfermos, pálidos y cadavéricos.
Mañana nadie se acordará de ellos
Mañana nadie se acordará de nada
y nadie vendrá a coger a los invitados más pequeños
mis amigos me habréis perdonado y os largaréis tras la última Canción canalla
con una silenciosa mirada, con un gesto cómplice, con una caricia, me despediré
La música seguirá sonando
Algunos me daréis un beso.
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Karmelo C. Iribarren
Malos tiempos
Ándate con cuidado,
que no se entere nadie
de que lo pasas bien,
que tu vida funciona
y eres feliz a ratos.
Hay gente que es capaz
de cualquier cosa, cuando ve una sonrisa.
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Roger Wolfe
Poemas muy muy breves
2
Frágiles como un canario.
Nos sacan de la jaula.
No sabemos qué hacer.
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David González
Tinta
Mi otro abuelo
estuvo preso en Oviedo.
En la cárcel provincial,
Después de la guerra.
Todas las mañanas
colgaban una lista
en la puerta de entrada de la cárcel.
En esa lista estaban escritos
los nombres y los apellidos
de todas las personas
a las que el día anterior
habían puesto contra el paredón
o dado muerte
mediante garrote vil.
Imagínate a tu abuela,
me decía mi padre.
sin saber leer ni escribir,
conmigo en brazos.
preguntando a gritos
a las otras mujeres
s tu abuelo
si había convertido
en tinta.
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