TOMA del movimiento lo que enseña:
que no hay ola que no vuelva al principio,
ni ceniza que no devenga en fuego,
ni palabra que no engendra una ausencia,
ni asesino que no tenga dos muertes.
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y tenía la piedra -no preguntéis por qué-
la forma de mi mano.
y su nuca tenía la forma de la piedra,
y la tierra la forma de su cuerpo tenía,
y la noche la forma de la tierra cerrada,
y el llanto de los perros la forma de la noche.
y tenía la forma de aquel llanto mi memoria.
Fue simple: como todo lo ya escrito.
De mi memoria al llanto de los perros,
desde el llanto a la noche,
de la noche a la tierra desvelada,
de la tierra a su nuca,
de su nuca a la piedra,
de la piedra a mi mano.
Pequeño puente. Apenas una brizna de tiempo.
La asunción de un destino.
(¡El dolor es tan leve!)
y el aroma concreto de la sangre
como el airado norte de un relincho:
indudable, redondo, breve, intenso.
Sin otra opción de muerte que esa muerte concreta.
(Como todo lo escrito de antemano.)
Ni yo oculto mi nombre,
ni debéis ocultaros vosotros de mi clarividencia.
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ALGUIEN PARTE AL EXILIO.
Y no sé si soy yo
el hombre que se va
o el país que se queda.
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